Periodontitis e ictus: cuando la boca se convierte en una amenaza para el cerebro

Cuando la mayoría de la gente piensa en un ictus, se le vienen a la cabeza la hipertensión, tal vez el tabaco, el estrés o la edad. Sin embargo, lo que casi nadie tiene en el punto de mira son las encías o, con más precisión, la periodontitis. Esta inflamación crónica, que acecha desapercibida entre los dientes durante años, puede acabar afectando al cerebro.

¿La conexión? La misma que en el infarto: la inflamación. Si las encías permanecen inflamadas de forma continua cuando las bacterias crean nichos y penetran en el tejido el sistema inmunitario responde con un fuego sostenido. Los mediadores inflamatorios pasan al torrente sanguíneo, circulan y no lo hacen sin consecuencias.

Estos agentes vuelven porosas las paredes de los vasos sanguíneos y fomentan la formación de depósitos. Eso resulta especialmente problemático en las arterias que suministran sangre al cerebro. Si una de esas arterias se obstruye de repente por un coágulo de sangre o un fragmento de placa desprendida se produce un ictus isquémico.

Los estudios demuestran que las personas con periodontitis grave tienen un riesgo significativamente mayor de sufrir un ictus. No por la boca en sí, sino por su efecto sistémico. Es como un fuego latente que se deja avanzar y, tarde o temprano, se propaga.

Y de nuevo: la gran invisibilidad. Nadie percibe la inflamación. No hay ninguna luz de advertencia. Ningún neurólogo pregunta por la salud bucal. Faltan las conexiones en el sistema, aunque ya estén probadas.

¿Qué habría que hacer? Prevención: cuidado bucal exhaustivo, sí, pero también detección temprana, concienciación y colaboración interdisciplinaria. Los dentistas deberían contemplar los riesgos neurológicos, y los neurólogos no deberían ignorar la salud oral.

Porque a veces un ictus comienza donde menos te lo esperas: en las encías. Y no es una exageración, sino una conclusión implacablemente coherente.