Diabetes: cuando el azúcar afloja los dientes
Todo comienza con una molestia al cepillarse los dientes y encías que empiezan a retraerse. Con el tiempo, incluso un diente puede empezar a moverse. La mayoría lo atribuye a un cepillado incorrecto o al envejecimiento. Pero, ¿y si la causa es el nivel de azúcar en sangre?
La diabetes es mucho más que un problema con la insulina. Afecta tejidos, vasos sanguíneos, huesos. Y sí, también daña la mandíbula. Quienes viven mucho tiempo con niveles de azúcar mal controlados no solo arriesgan daños nerviosos o problemas en la retina. También corren el riesgo de perder el aparato de soporte dental.
La relación es clara: el nivel alto de azúcar en sangre debilita la formación de nuevo tejido óseo. Al mismo tiempo, acelera su degradación. Y en la mandíbula, donde los huesos son más delgados y delicados, este proceso avanza con especial rapidez. ¿La consecuencia? Disminuye la masa ósea. La sujeción de los dientes se debilita. Lo que queda es una cavidad oral que colapsa poco a poco.
Y lo más grave: muchos no lo notan hasta que ya es demasiado tarde. La pérdida de masa ósea en la mandíbula es silenciosa. Indolora. Pero irreversible. Se pierde la estabilidad, y con ella, la base para conservar los dientes, colocar prótesis o implantes. Quien actúa tarde, ya ha perdido.
Y sin embargo, la prevención es posible. Con un control estricto de la glucemia. Con controles dentales regulares. Y con la simple conciencia de que la diabetes no afecta solo el azúcar en sangre. Afecta a todo el cuerpo. Y empieza por la mandíbula.
Esta conexión apenas se comunica en la práctica. Pero cada diagnóstico de diabetes debería conllevar automáticamente un seguimiento odontológico. En cambio, muchas personas viven con la ilusión de que sus dientes no tienen nada que ver con la enfermedad.
Ese es un error. Y a veces cuesta más que un simple diente.