Cuando la vida no tiene un plan para ti, crea el tuyo propio

No tenía elección… así que me la creé yo misma.

En la vida hay decisiones que no se toman porque uno quiere, sino porque no hay otra opción. Así comenzó mi historia.

Tenía 16 años cuando empecé mi formación en una clínica dental. No porque soñara con trabajar en odontología, sino porque las circunstancias personales me obligaron a asumir responsabilidades desde muy joven. Mi camino no estaba planificado, no era el que yo quería… pero era necesario.

Crecer con un origen migrante a menudo significa tener que luchar el doble por el reconocimiento y las oportunidades. Desde temprano supe: si quería lograr algo, no sería esperando… sino actuando.

Y así actué. Día tras día. Al principio, solo para aguantar. Pero pronto me di cuenta de que quería más. No porque todo me resultara fácil, sino porque quería demostrarme a mí misma que podía lograr un cambio.

En el segundo año de mi formación, me convertí en asistente de dirección. En el tercer año, todavía en prácticas, llegué a ser gerente de la clínica. Aún era aprendiz, pero tuve la oportunidad de liderar un equipo, aportar ideas y asumir responsabilidades. ¿Por qué?
Porque demostré que estaba presente. Que estaba dispuesta a aprender, a ayudar y a superarme. Y porque tuve a mi lado personas que creyeron en mí, a quienes sigo estando profundamente agradecida.

Lo que me sostuvo fue mi espíritu de equipo. Nunca quise brillar sola: quería que creciéramos juntos. Y creo que eso marcó la diferencia: fui comprometida, motivada, leal. No buscaba solo un trabajo; quería un papel en el que pudiera aportar algo de mí.

Y como si todo eso no fuera ya suficientemente desafiante, también tuve la oportunidad de obtener mi bachillerato técnico a la par que la formación. Eso significó casi nada de tiempo libre, muchos sacrificios… y sobre todo muchas mañanas de sábado en las que hubiera preferido dormir. Pero me levanté igual. Una y otra vez. Porque sabía por qué lo hacía.
Porque, en el fondo, sentía que había algo más posible para mí.

Hoy incluso tengo la oportunidad de estudiar, en un área que al final me da mucha satisfacción: la economía de la salud.
Un campo en el que puedo profundizar mi comprensión del manejo de clínicas, los sistemas de salud y las conexiones económicas. Un área que nunca elegí conscientemente… y que, sin embargo, se siente exactamente adecuada.

¿Mi conclusión?

La vida tenía otros planes para mí… pero a veces la vida sabe lo que nosotros aún no sabemos.
Mirando atrás, no solo encontré mi camino: lo fui construyendo yo misma, paso a paso.

Hoy, cuando miro hacia atrás, me siento orgullosa. No solo del título de “gerente de clínica”, sino del camino recorrido para llegar hasta ahí. De todos los días en los que seguí adelante cuando rendirme habría sido más fácil. De los momentos en los que asumí responsabilidades aunque tuviera miedo. Y de la confianza que me dieron, y que espero haber devuelto.

Esta historia no es solo mía. Pertenece a todos aquellos que no pudieron elegir libremente su camino… pero sacaron lo mejor de él. A quienes no empezaron con las condiciones perfectas, pero sí con verdadera determinación. Muestra que es posible superarse a sí mismo, incluso empezando desde lo más bajo.

Si ahora mismo estás en un punto en el que te sientes perdido, forzado o abrumado, recuerda:
A veces, los comienzos más duros dan lugar a las historias más fuertes.
Y la tuya podría ser la próxima.

Seyma Pehlivan

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